Hortensita Borrás, la mujer más graciosa de Cataluña
Cataluña, finales del siglo XIX…
Hortensia Borrás fue la mujer más graciosa de su tiempo.
Nacida a finales del siglo XIX en el seno de una familia acomodada de Granollers, Hortensia siempre supo ver el lado cómico de la vida. A su padre, un importante industrial del sector textil, lo enervaba la falta de seriedad de su hija así como su gusto desmesurado por las bromas: siendo aún una cría, echó varias ranas a la sopa que estaba preparando la criada, restregó un ramillete de ortigas por la ropa interior de su madre, aplicó cola de carpintero a los ejes del carruaje de su padre antes de que emprendiera un importante viaje y, rizando el rizo, contrató una esquela en el periódico anunciando el fallecimiento de su hermano pequeño, lo que provocó que la casa se llenara de coronas de muerto.
El humor de Hortensia no conocía límites
A veces, llevaba su afición demasiado lejos como cuando rellenó con aceite de ricino la tradicional mona de Pascua de los Borrás. Durante dos días, las continuas visitas al excusado de los miembros de la familia hicieron las delicias de Hortensia, que no paró de reír ni siquiera cuando su padre la encerró con llave en el sótano.
La paciencia de Miquel Borrás se agotó durante una cena de Nochebuena en la que el alcalde de Granollers les honró con su visita. Hortensia se pasó la velada hablando con él en idiomas inventados y, cada vez que el regidor decía algo, ella le respondía con una pedorreta. Su padre la amonestó en público y la joven, decidida a hacer de aquella una noche inolvidable, se levantó la falda y se cubrió la cabeza con ella proclamando en voz alta que era un repollo. Ver a su hija en enaguas en presencia del alcalde fue más de lo que el señor Borrás pudo soportar y, con todo el dolor de su corazón, la echó de casa. Al día siguiente la borró de su testamento.
Lejos de acobardarse, Hortensia comenzó una exitosa carrera en el vaudeville
No tenía un número cómico establecido, sino que improvisaba sobre la marcha. Las crónicas de la época la definen como un torbellino sobre el escenario, capaz de insultar al público y, al mismo tiempo, hacer el molinete infernal, que consistía en soltar ventosidades mientras daba volteretas en el aire. Un periodista, fascinado ante la ejecución de su arte, la bautizó como “el ciclón de Granollers”.
La muerte sorprendió a nuestra artista en las Ramblas. Una noche, después de su función, salió del teatro caminando con la cabeza metida dentro de una cacerola que golpeaba con un cucharón. Un tranvía la arrolló, privando al mundo de su talento.
La figura de Hortensita Borrás no debe caer en el olvido ya que se trata de la precursora de los espectáculos de improvisación que tanto agradan a un sector del público hoy en día.
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