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Andresín Cornejo, el niño prodigio

Andresín Cornejo, el niño prodigio
13/12/2022 Juan Solo
Andresín Cornejo - El niño prodigio - Biografías olvidadas - Juan Solo - Escritor - Cómico

Andresín Cornejo, el niño prodigio

Que Andresín Cornejo estaba llamado a hacer grandes cosas es algo que sus padres tuvieron claro desde su más tierna infancia.

Aprendió a hablar con tan solo siete meses y, para asombro general, la primera palabra que pronunció fue Pitágoras. Para su tercer cumpleaños ya hablaba con fluidez francés y esperanto. A los seis años escribió su primer ensayo en latín, publicado por la universidad de Baviera. Este trabajo corregía la tercera ley de Kepler sobre la órbita de los planetas y llamó la atención de un joven Albert Einstein que mantuvo una frecuente correspondencia con el niño prodigio. Se rumorea que la teoría de la relatividad fue idea del propio Andresín, a quien se le ocurrió mientras merendaba un flan.

Andresín carecía de cualquier habilidad social y no le resultó fácil relacionarse con otros niños de su edad

A menudo se quejaba de que encontraba su compañía insulsa y poco estimulante. Solía afirmar que sus únicos amigos eran los padres de la Ilustración. El pequeño Andrés era, a todas luces, un niño repelente.

Tampoco gozó del favor de sus profesores que se sentían intimidados por su intelecto superior. En una ocasión, mientras sus compañeros se esforzaban en aprender la tabla de multiplicar del tres, Andresín se rebeló y recitó de memoria treinta decimales del número pi.

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Sus padres, conscientes del problema que suponía su prematuro y gigantesco desarrollo intelectual, lucharon para que recibiera una educación adelantada a su edad, algo nada fácil en aquella época. La insistencia de los señores de Cornejo dio sus frutos; a los diez años Andresín ingresó en la Sorbona para cursar medicina. La primavera siguiente, fue capaz de asistir a su propia madre en el parto de su hermana pequeña. Un año después fue nombrado abad honorario de Canterbury por su excelente monografía sobre San Adrián.

Antes de cumplir los quince, se emancipó de sus padres y solicitó la nacionalidad francesa.

Su portentosa inteligencia también le pasó factura en el plano emocional, en el que se desenvolvió de manera deficiente. Jamás se le conoció pareja alguna. Preguntado al respecto, aseguró que sus únicos amores eran Arquímedes y Voltaire.

Su vida daría un vuelco dramático cuando estaba a punto de ser nombrado ministro de ciencias de Francia con tan solo diecisiete años. La prensa se hizo eco de las declaraciones de una prostituta parisina que aseguraba haber mantenido relaciones con el joven prodigio español. La mujer dio toda clase de detalles sobre su subdesarrollado miembro viril, al que comparó con el nudo de un globo. Sus rivales políticos, viendo la oportunidad, se cebaron con Andresín que, humillado, desapareció de la vida pública.

Nunca más se tuvo noticia de él. Mucho se especuló sobre su paradero (desde una huida a la selva amazónica hasta un supuesto trabajo como asesor musical del Tercer Reich), pero lo único que sabemos con certeza es que el mundo perdió a un genio de valor incalculable.

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