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Indalecio Arteta, agente artístico

Indalecio Arteta, agente artístico
02/01/2023 Juan Solo
Indalecio Arteta - Agente artístico - Biografías olvidadas - Juan Solo - Escritor - Cómico

Indalecio Arteta, agente artístico

La biografía del agente artístico Indalecio Arteta es la de un visionario que, llevado por sus profundas convicciones religiosas, decidió dignificar las condiciones en las que trabajaban los artistas de variedades. Hijo de un acordeonista vasco, se ganó el apodo de “Miguelito” por su afición a los Miguelitos de la Roda, deliciosos dulces típicos de La Mancha que acabarían siendo su perdición.

Indalecio siempre tuvo buena mano con los números y por ello estudió contabilidad, quedando primero de su promoción. Las historias que escuchó a su padre sobre empresarios teatrales sin escrúpulos le animaron a luchar por los derechos de músicos y actores. Reunió a varios artistas locales en una sidrería y les anunció que, igual que Moisés liberó al pueblo de Israel, él conseguiría para ellos un futuro digno.

Esa noche nació Arteta contrataciones artísticas

El primer cliente de la agencia fue su propio padre: Laureano Arteta, El niño de Basauri. Tras una exitosa gira por el litoral cantábrico, le sugirió que cambiara su nombre artístico por el de Laureano Arteta y su acordeón mágico: no encontraba apropiado que un hombre de setenta años siguiera presentándose como El niño de Basauri. Gracias a esta maniobra, el caché de Don Laureano se disparó hasta las cuatro pesetas por actuación. Padre e hijo lo celebraron con un atracón de venado en el Bierzo.

Indalecio Arteta - Agente artístico - Biografías olvidadas - Juan Solo - Escritor - Cómico

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Pronto nuevos artistas ficharon por su agencia como Tomasín Villalba, un muchacho con una cabeza tan descomunal que hacía girar sobre ella dos peonzas sin que llegaran a chocar entre sí. El caso de Mariquilla la traviesa, cantante de voz armoniosa pero con graves impedimentos en el habla, es digno de estudio para entender la sagacidad de Indalecio como representante.

Mariquilla padecía una severa dislexia que le impedía aprenderse la letra de las canciones. Así, un verso como “vi a un apuesto soldado con porte de galán”, en su boca se convertía en “vi en tu puesto los dados con torpe langán”, lo que desconcertaba al público. “Miguelito” le sugirió que inundara sus actuaciones de trinos y gorjeos, de tal manera que su audiencia no pudiera entender lo que decía, pero fuera capaz de seguir la melodía.

De esta manera ingeniosa…

Indalecio inventó el “guachi guachi

Un método interpretativo que, en plena posguerra, se haría muy popular en nuestro país: intérpretes de prestigio cantaban inventando supuestas palabras en inglés, amparados en el desconocimiento general del idioma por parte de su público.

Pero sería injusto negar que Arteta contrataciones también cosechó estrepitosos fracasos como el de Servando Rodrigo, un pastor hemofílico de Alcázar de San Juan que eructaba imitando el croar de las ranas. “La rana humana” llegó a actuar para Alfonso XIII, que quedó un tanto decepcionado con el número; pasada la sorpresa inicial, los continuos eructos se hacían insufribles. El pobre Servando cayó en desgracia y, de una manera inesperada, condujo a la muerte a su mentor.

Un empresario de Vigo invitó a comer a Indalecio Arteta para tratar de regatear el caché acordado por la gira de “La rana humana”, muy alto para un artista en el declive de su carrera. Para no perjudicarle, su representante decidió renunciar a su comisión pero se propuso cobrársela en la mesa. En aquella comida pagada por el empresario, Indalecio engulló él solo siete docenas de ostras, medio pulpo, dos chuletones y un flan de seis raciones. No satisfecho, pidió una nécora para acompañar el café. Aun así, logró salir del restaurante por su propio pie. Servando Rodrigo, sabedor de la pasión de su representante por los Miguelitos, le obsequió con una caja recién llegada de La Roda para agradecerle su gestión. Indalecio no pudo resistir la tentación y, durante la representación, se encerró en el camerino para comerse la caja de doce unidades. Allí lo encontraron, una hora después, con ojos vidriosos y el chaleco lleno de crema.

La profesión quedó consternada por la pérdida de Indalecio Arteta, el hombre que dignificó a los artistas. En su funeral, Mariquilla la traviesa entonó el réquiem de Mozart que arrancó a los presentes un mar de lágrimas. Nadie entendió la letra, pero lo achacaron a su desconocimiento del latín.

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Dedicado a mi representante Teresa Osuna

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