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Hubertus el Magnífico

Hubertus el Magnífico
28/02/2023 Juan Solo
Hubertus el Magnífico - Juan Solo - Escritor - Cómico - Biografías inventadas - Biografías olvidadas

Hubertus el Magnífico

Hubertus el Magnífico está considerado como el mejor ilusionista filipino de todos los tiempos. También fue uno de los precursores de la magia moderna, si bien es cierto que su figura nunca estuvo exenta de polémica.

Su verdadero nombre era Alfonso Aquino y nació en el seno de una humilde familia de Manila, a mediados del siglo XIX

Su padre, timador profesional, le enseñó el oficio de trilero para el que pronto mostró unas dotes excepcionales. Cuando alcanzó la pubertad decidió dedicarse a la prestidigitación. Con los años depuró su técnica y, gracias a la osadía de sus números, llegó a convertirse en un mago de reconocimiento mundial. Su truco de la paloma decapitada sorprendió a media Europa: Hubertus, no contento con hacer aparecer una paloma de su sombrero, le arrancaba la cabeza y se la comía. Al finalizar el show, el ave revivía entre las enaguas de alguna dama presente.

Hubertus el Magnífico mostró un apetito voraz por los placeres carnales. Un ejemplo de ello fue su visita a San Petersburgo, donde actuó para Alejandro II. Es sabido que, durante su estancia en la corte, se bebió cerca de quinientos litros de champán e ingirió cuarenta kilogramos de caviar. También le nacieron seis hijos de diferentes amoríos pero, para cuando las criaturas vinieron a este mundo, su progenitor ya se hallaba muy lejos de allí.

Merece la pena hacer un alto en la narración para comentar su famoso truco de la carta congelada que le permitió vivir a expensas de la corte rusa durante tres meses

Hubertus el Magnífico - Juan Solo - Escritor - Cómico - Biografías olvidadas

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Hubertus pidió al zar Alejandro que eligiera una carta de la baraja francesa. Sin mirarla, la introdujo dentro de un sobre que entregó al soberano para que lo guardara bajo su custodia. Después, le rogó que despachara un jinete a Vladivostok, a más de 9.000 km de distancia; sus instrucciones eran pedir al jefe de estación de aquel lugar que escogiera una carta de otro mazo distinto. El correo regresó al galope desde Siberia, ochenta y cinco días después, con el naipe del funcionario del ferrocarril metido en otro sobre. Cuando ambos fueron abiertos en presencia de la corte, las cartas no coincidieron. Entonces, Hubertus abrió una ventana y recuperó del alféizar un cuatro de picas, igual al naipe que eligió el zar tres meses antes. Sin ningún tipo de pudor proclamó que el naipe había viajado tras el jinete a lomos del viento.

También generó una enorme controversia el número de escapismo que protagonizó en Nueva York. El ilusionista filipino, sujeto por gruesas cadenas, era sumergido en un tanque de agua en compañía de dos cocodrilos asesinos. Cada noche, los reptiles lo despedazaban ante la horrorizada mirada de los asistentes. Cuando el telón se volvía a levantar, un sonriente Hubertus aparecía en escena portando un par de zapatos de cocodrilo. El teatro prorrumpía en una estruendosa ovación. Una posterior investigación descubrió que, durante su gira americana, diecisiete de sus ayudantes desaparecieron sin dejar rastro.

Hubertus el Magnífico falleció en Buenos Aires haciendo honor a su fama de conquistador

La noche del estreno de su espectáculo, se introdujo dentro de un barril que fue volatilizado por un disparo de cañón. Su asistente informó al público de que el número no había salido según lo esperado y el espectáculo se dio por concluido ante la consternación general. Al volver a su casa Alberto Mendoza, el empresario que había contratado a Hubertus, lo sorprendió retozando en la cama con su esposa, de gran belleza. El ilusionista trató de convencerle de que aquello formaba parte del truco, pero Mendoza acabó con su vida de un disparo en el pecho.

Su pérdida, una de las más trágicas de la magia, fue llorada por el mundo entero. Los restos mortales del genial ilusionista descansan en el Panteón de los Artistas de Manila. En el trigésimo aniversario de su muerte se dieron cita allí sus cincuenta y siete hijos ilegítimos; entre ellos, el primogénito de un empresario teatral argentino. Con motivo de la ocasión se descubrió una hermosa estatua de Hubertus el Magnífico devorando una paloma.

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