
He estado trabajando en Radio durante dieciocho años de forma casi ininterrumpida.
Es posible que muchos de los que me habéis escuchado no hayáis reconocido mi voz; eso se debe a que la mayoría de las ocasiones no he participado como Juan Solo sino como alguna de las criaturas a las que he dado vida. Durante nueve años, en las madrugadas de A cielo abierto, fui el profesor Nicolás Carbajo, Luis María Sansón (aventurero caótico), Edelmiro Rubí (portavoz de Poder Enano) y el profesor Anton Waksman (parapsicólogo austríaco). Ahí di rienda suelta a mi creatividad y, por qué no decirlo, a mi locura también.
Después Toni Garrido me llamó para el programa YU: No te pierdas nada, en Los 40 Principales. Allí interpreté a Óscar Antares, el vidente uruguayo, y Wang Cho, empresario chino.
También llevo colaborando 8 años con Richard Vaughan en su programa de Radio, en inglés. Allí me transformo en el peculiar Willy Wong (proud owner of Willy Wong’s Palace of Tacky Things).
A principios de 2016, Dani Mateo me encomendó la dirección de El palomar, en las noches de la Cadena SER, programa en el que también intervenía como el vidente Óscar Antares. Ha sido una experiencia inolvidable donde he tenido la oportunidad de estar en contacto con personajes de la talla de Buenafuente y Berto, Leticia Dolera, Elvira Lindo, Millán, los protagonistas de El ministerio del tiempo, Gomaespuma… Todos ellos fueron unos invitados extraordinarios y generosos.
Y no debo olvidarme del equipo humano que ha integrado El Palomar: el talento de Dani Mateo, Raúl Cimas, Elena Ballesteros y Toni Nievas en los micros; el despliegue de Víctor Ladrón de Guevara, el mago de los sonidos (los tres que sabe, los borda); la edición delirante e hipercreativa de Choval, rey del montaje audiovisual con el que me he echado risas impagables), la meticulosidad de nuestro técnico Alfonso Sanz y, por supuesto, la inestimable labor de nuestra productora Beatriz Fuentes, la persona que ha sabido mantener la maquinaria en funcionamiento gracias a sus desvelos constantes. Siento que hayamos sido tan caóticos, Bea.
Si a todos estoy agradecido por su esfuerzo, a ella le debo mi tranquilidad y que me quede algo de cordura (que no es poco).
El Palomar ha sido, en definitiva, una experiencia distinta y gratificante que ha llegado a su fin después del verano.
A buen seguro que dispondré de muchas más oportunidades para haceros soñar con la imaginación desde un micrófono.
¡Larga vida a la Radio!